4 de agosto de 2011

Al despertar

- He soñado contigo.
- ¿Sí? ¿Te ha gustado?
- Mucho.
- ¿Y qué soñaste?
- Que te marchabas para no volver.

2 de agosto de 2011

Sentido de la oportunidad

Cuando nadie sepa de qué estamos hablando. Cuando nadie tenga ni la más remota idea de lo que nada significa. Cuando nadie se pregunte el por qué ni el para qué. Cuando todos miren realmente despreocupados hacia otra parte de la escena. Cuando la familiaridad de los días no levante ni el polvo en los caminos. Cuando nadie busque reacciones en miradas ajenas. Cuando no haya vello que se erice con una caricia. Cuando mi tono sea totalmente aséptico.

Entonces, y sólo entonces, gritaré tu nombre. Así el mundo tendrá una luz que ilumine su desdicha.

29 de julio de 2011

Inspiración

Lo peor no fue notar que no estabas tumbada sobre mi cama o que las sábanas estaban frías y vacías de ti. Ni tampoco fue echarte de menos y pensar en tu regreso el mayor de mis problemas. Sin duda, lo peor fue el momento en que entendí que nunca había dormido contigo y que nunca podría echarte de menos, porque no existes. Sólo eres un recuerdo que me invento al que dedico todo lo que escribo.

26 de julio de 2011

La señora Rushmore

"Ninguna mujer es culpable de ser amada por dos hombres distintos", eso es lo que solía decir la señora Rushmore. 

Tras esta frase, en principio inofensiva, se escondía una historia que no le conocimos en vida. Hasta que nos dejó con su legado de mentiras. Es curioso como aceptamos las palabras de una persona sin saber lo que verdaderamente se esconde tras ellas. 

En esa frase había una excusa. Un intento de evasión de la realidad, de quedar en paz consigo misma. Una cesión de responsabilidades. Un tono victimista con un pelín de inseguridad. Y nunca nadie tan siquiera lo sospechó.

La de la señora Rushmore fue una historia de amor imposible. Una historia de amor... dividida en dos. Tuvo durante toda su vida un amante, en secreto.Pero el secreto se rompió cuando pudimos verlo aparecer cruzando las calles del cementerio. Con los ojos inundados en dolor. Cuando le vimos mirar el ataúd, gritando adiós con la mirada. Cuando gacho se alejó en soledad, el último, cuando allí ya no quedaba nadie, habiéndole dejado una flor.


25 de julio de 2011

Final feliz

Avancé por el callejón. Perdido en mis meditaciones sobre el futuro que me aguardaba y el pasado que me pisaba los talones, me sumergí en la oscuridad que llenaba a rebosar aquel apéndice de la manzana. El tintineo del dinero suelto que llevaba en un bolsillo era una odiosa compañía, y la vibración del móvil que provenía del otro me recordaba que alguien se acordaba de mi. Dos bidones tumbados sobre el suelo aún caliente tras la larga exposición al calor del día se interponían entre mi destino y yo. Pensando en mis cosas y sintiendo algo dentro de mí que me prendía como el fuego, los sorteé y me apoyé en la pared del fondo. Entonces logré apartar mis profundas reflexiones por un instante y recordé por qué había llegado hasta allí: para vomitar las siete copas de alcohol que me había bebido en la última hora y media, toda la cena y parte de la comida, sin que nadie me viera y conservar así un mínimo de dignidad.